Cuando hablo con una mujer que hizo natación durante el embarazo, lo que expresa es: “que alivio sentía”, “me sentía cómoda”, “que relajantes eran las clases”, etc. Evidentemente el bienestar se lleva el primer puesto en cuanto a la experiencia, pero hay mucho más que eso, muchísimo más.
Un estudio sobre el beneficio del ejercicio terapéutico en agua, en mujeres embarazadas, hecho por la Revista de Investigación en Actividades Acuáticas, dio como resultado que esta actividad tiene beneficios tanto en la madre como en el niño a nivel fisiológico y antropométricos influyendo también en el tipo de parto y desarrollo evolutivo del bebé.
El ejercicio físico terapéutico en el medio acuático no solo no tiene efectos adversos materno-fetales, sino que ayuda a prevenir y tratar patologías durante el embarazo, parto y postparto (Salar y Orts 2020).
Otros estudios relacionados con esta actividad arrojan datos como que la mejora se da en los resultados perinatales, así como con una reducción del número de cesáreas, partos instrumentados y en consecuencia una menor incidencia en patologías del suelo pélvico derivados tanto del embarazo como del parto (Rauh et al. 2013; Barakath, Perales, Bacchi, Coreron, Refoyo, 2014).
El agua es una opción acertada para el embarazo y si se piensa en ejercicios terapéuticos y adaptados especialmente a este momento de la mujer, aún lo es más.
El agua nos permite la posibilidad de reencontrarnos con nuestro cuerpo de una manera diferente que en el medio terrestre, nos da sensación de ser más livianos y ágiles, de movimiento amplio y liberado de tensiones, nos da la oportunidad de conectar con nosotras mismas y con nuestro bebé de una forma única.
El profesional que lleva a cabo la actividad esté capacitado a conciencia, haciendo entonces que las clases sean seguras, sin riesgo para la mamá y el bebé.