La ruptura de pareja es un hecho frecuente en nuestra sociedad y, aunque la tendencia parece haberse invertido ligeramente en los últimos años coincidiendo con la crisis económica, los servicios dedicados a atender las demandas derivadas de estos procesos (juzgados de familia, puntos de encuentro, desarrollo de programas de intervención, profesionales especializados etc.) son fundamentales. En este contexto, el papel del psicólogo cobra gran importancia para minimizar o eliminar las posibles consecuencias negativas en los implicados y, si existen hijos, defender el mejor interés de los menores. Por todo ello, la evaluación e intervención psicológica en este ámbito pasa a ser fundamental para el futuro bienestar de todos los implicados.
Podemos considerar a la separación y el divorcio como procesos de reorganización familiar en el que los progenitores deben anteponer las necesidades de sus hijos a las suyas propias. No obstante, en muchos casos, los hijos se convierten en víctimas indirectas de los conflictos existentes entre ambas partes. Es por ello que la intervención con los menores puede ser muy necesaria para que éstos se adapten de forma adecuada a su nueva realidad familiar, así como también con los propios progenitores, para dotarlos de habilidades para manejar las dificultades con las que puedan encontrarse. Asimismo, los progenitores deben presentar una adecuada estabilidad psicológica para llevar a cabo su labor parental, estabilidad que puede quebrarse con la ruptura de pareja y que necesita ser evaluada exhaustivamente a la hora de realizar una recomendación de guarda y custodia y régimen de visitas.
Referencia bibliográfica:
Arce. R. Fariña, F., y Sotelo, A. (2007). Estado psicológico de los progenitores en procesos de separación y divorcio. Psicología Jurídica: Evaluación e intervención (pp.109 -112). Editorial: Ediciones de la Diputación de Valencia.